Argel Fernández Granado. Especialista de la Casa Iberoamericana de la Decima. Las Tunas - Cuba
A las 8 a.m. todavía masticaba el desvelo
Jonathan
La invitó a cenar en su casa de campo. Intuyendo lo que sigue a una cena de dos, ella lo pensó mucho. A pesar de ser una de las modelos mejor cotizadas de la isla, su experiencia con hombres era un desastre. Se inyectó buenos pensamientos y decidió aceptar. La esperanza es lo último que se pierde, todos no tienen porqué ser iguales. Además, ya nadie podría romper su corazón. Tomó el teléfono. Del otro lado respondió la bien modulada voz masculina: _Espléndido, sweetheart, te daré una gran sorpresa…bien, pasaré por ti a las ocho en punto_.
Ya en el auto, él elogió su belleza, enfatizando que esa piel lozana se debe a una alimentación inteligente. Hablaba un experto, como chef del famoso Le Palace, sabía muy bien que en este país se come demasiado colesterol y carbohidratos, a pocos interesa la dieta precisa. No comprenden lo que sufre un corazón en la camisa de fuerza de los lípidos, ni cuán desagradables son las emanaciones de un cuerpo mal alimentado. Habló de los clientes que piden esos platos impuros que se ve obligado a preparar y sus palabras destilaron desprecio por seres tan primitivos con apariencia de personas cultas. A ella le pareció un modo de alabar su ego vegetariano y comentó que muy raras veces, en ocasiones especiales, rompía su estricta dieta. Él sonrió al decir: _Esta noche compartiremos algo muy delicado al paladar, alta cocina cuyo secreto guardo_.
Ese no era su único secreto. Tampoco dijo nada acerca de que tres meses atrás se fijó en ella en el gimnasio, al escucharla recomendar a una amiga recetas a base de vegetales frescos. Desde entonces la observó hasta convencerse. Era la mujer perfecta y decidió acercarse.
Sus modales refinados la sedujeron y la relación fluyó desde el primer contacto. Una empatía precoz se hizo fuerte al descubrir afinidades, los unía tanto el amor a los ejercicios físicos, como su predilección por vegetales y frutas. Este último debió ser el punto de convergencia más importante, sus conversaciones siempre terminaban girando alrededor de recetas exóticas, que él describía con apasionamiento casi sobrenatural. Un fulgor de entusiasmo aparecía en sus ojos al decir que se alimentaba con platos exclusivos, recetas propias que jamás pondría en boca de los trogloditas que frecuentaban Le Palace. Con sincero asombro ella lo escuchaba, deseando degustar el fruto de sus habilidades culinarias.
Cuando le propuso compartir su manjar predilecto y le pidió que aceptara, no respondió de inmediato, sabía que en ese punto su amistad tomaría un rumbo diferente y temía involucrarse en una aventura sentimental. Ahora estaba ahí, escuchando una pieza para piano y chelo, ante una mesa servida con elegancia de cinco estrellas y atendida por su anfitrión, que se deshacía en atenciones.
El vino era elíxir paradisíaco. Frente a la exquisitez de los aperitivos y entrantes, sus recetas de amateur le parecieron insípidas. Se ruborizó al llegar el plato fuerte: un corazón pequeño asado al vino, con guarnición de fresas, uvas y manzanas, que más bien semejaba una obra de arte que algo para ser ingerido. _Sweetheart, la especialidad de la casa, sweetheart. El tinto le aporta mucho a la carne, verás… su sabor supera la presentación, disfrútalo, es un plato que preparo muy pocas veces_.Musitó el chef
Las copas se llenaron una y otra vez. Un sopor de éxtasis llenó la habitación. Con agradable sensación de vértigo, ella extrajo de su cartera un paquete de cigarrillos y prendió uno con la llama de una vela, roja y retorcida, del candelabro más próximo.
_ ¡Nooooooo! ¡Lo estropeaste todo! _ Esta ráfaga brotó de la boca del chef que, con los ojos desorbitados, de una bofetada arrancó de sus labios el cigarrillo tembloroso. _ ¡Imbécil, tu carne no es pura!
Paralizada de terror, sin atinar a limpiarse el hilo de sangre que brotó de su nariz, ella miraba sin entender:
_ ¡Odio la nicotina y el alquitrán! ¡No me sirves para nada!
El chef tenía razones para enfurecerse, era imperdonable desperdiciar el último pedazo de su anterior chica vegetariana.
Jonathan
La invitó a cenar en su casa de campo. Intuyendo lo que sigue a una cena de dos, ella lo pensó mucho. A pesar de ser una de las modelos mejor cotizadas de la isla, su experiencia con hombres era un desastre. Se inyectó buenos pensamientos y decidió aceptar. La esperanza es lo último que se pierde, todos no tienen porqué ser iguales. Además, ya nadie podría romper su corazón. Tomó el teléfono. Del otro lado respondió la bien modulada voz masculina: _Espléndido, sweetheart, te daré una gran sorpresa…bien, pasaré por ti a las ocho en punto_.
Ya en el auto, él elogió su belleza, enfatizando que esa piel lozana se debe a una alimentación inteligente. Hablaba un experto, como chef del famoso Le Palace, sabía muy bien que en este país se come demasiado colesterol y carbohidratos, a pocos interesa la dieta precisa. No comprenden lo que sufre un corazón en la camisa de fuerza de los lípidos, ni cuán desagradables son las emanaciones de un cuerpo mal alimentado. Habló de los clientes que piden esos platos impuros que se ve obligado a preparar y sus palabras destilaron desprecio por seres tan primitivos con apariencia de personas cultas. A ella le pareció un modo de alabar su ego vegetariano y comentó que muy raras veces, en ocasiones especiales, rompía su estricta dieta. Él sonrió al decir: _Esta noche compartiremos algo muy delicado al paladar, alta cocina cuyo secreto guardo_.
Ese no era su único secreto. Tampoco dijo nada acerca de que tres meses atrás se fijó en ella en el gimnasio, al escucharla recomendar a una amiga recetas a base de vegetales frescos. Desde entonces la observó hasta convencerse. Era la mujer perfecta y decidió acercarse.
Sus modales refinados la sedujeron y la relación fluyó desde el primer contacto. Una empatía precoz se hizo fuerte al descubrir afinidades, los unía tanto el amor a los ejercicios físicos, como su predilección por vegetales y frutas. Este último debió ser el punto de convergencia más importante, sus conversaciones siempre terminaban girando alrededor de recetas exóticas, que él describía con apasionamiento casi sobrenatural. Un fulgor de entusiasmo aparecía en sus ojos al decir que se alimentaba con platos exclusivos, recetas propias que jamás pondría en boca de los trogloditas que frecuentaban Le Palace. Con sincero asombro ella lo escuchaba, deseando degustar el fruto de sus habilidades culinarias.
Cuando le propuso compartir su manjar predilecto y le pidió que aceptara, no respondió de inmediato, sabía que en ese punto su amistad tomaría un rumbo diferente y temía involucrarse en una aventura sentimental. Ahora estaba ahí, escuchando una pieza para piano y chelo, ante una mesa servida con elegancia de cinco estrellas y atendida por su anfitrión, que se deshacía en atenciones.
El vino era elíxir paradisíaco. Frente a la exquisitez de los aperitivos y entrantes, sus recetas de amateur le parecieron insípidas. Se ruborizó al llegar el plato fuerte: un corazón pequeño asado al vino, con guarnición de fresas, uvas y manzanas, que más bien semejaba una obra de arte que algo para ser ingerido. _Sweetheart, la especialidad de la casa, sweetheart. El tinto le aporta mucho a la carne, verás… su sabor supera la presentación, disfrútalo, es un plato que preparo muy pocas veces_.Musitó el chef
Las copas se llenaron una y otra vez. Un sopor de éxtasis llenó la habitación. Con agradable sensación de vértigo, ella extrajo de su cartera un paquete de cigarrillos y prendió uno con la llama de una vela, roja y retorcida, del candelabro más próximo.
_ ¡Nooooooo! ¡Lo estropeaste todo! _ Esta ráfaga brotó de la boca del chef que, con los ojos desorbitados, de una bofetada arrancó de sus labios el cigarrillo tembloroso. _ ¡Imbécil, tu carne no es pura!
Paralizada de terror, sin atinar a limpiarse el hilo de sangre que brotó de su nariz, ella miraba sin entender:
_ ¡Odio la nicotina y el alquitrán! ¡No me sirves para nada!
El chef tenía razones para enfurecerse, era imperdonable desperdiciar el último pedazo de su anterior chica vegetariana.
Argel Fernández Granado:(Puerto Padre, Cuba, 1963) . Poeta y narrador. Residente del municipio de Las Tunas. Promotor cultural y profesor de talleres de repentismo (improvisación poética) infantil. Especialista de la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, de Las Tunas. Premio del concurso iberoamericano de décima Villazul. Estuvo en Venezuela en el 2007, gracias al convenio de cooperación ALBA entre el Instituto Cubano del Libro y el Centro Nacional del Libro (Venezuela).