(Especial)
Nuestro amigo Víctor Fowler Calzada ha compartido con nosotros que obtuvo el Premio Nicolás Guillén de Poesía 2008, el concurso de mayor significación en el sistema literario cubano entre los dedicados a reconocer un libro de este género, con un libro nuevo que lleva como título "La obligación de expresar", frase que tomó de Beckett, según nos contó.
Convocado por la Editorial Letras Cubanas, la Fundación Nicolás Guillén y el Instituto Cubano del Libro, el Premio Nicolás Guillén de Poesía se instauró en el año 2001 y desde entonces lo han obtenido Roberto Méndez por Viendo acabado tanto reino fuerte, Sigfredo Ariel por Manos de obra, Teresa Melo por Las altas horas, Mario Martínez Sobrino por Figuras de tormenta; Roberto Manzano, por Synergos; Juana García Abás, por Circunloquio; y Ricardo Alberto Pérez, por Oral-B.
El Jurado de esta edición estuvo integrado por Pedro de Oraá, Luis Álvarez Álvarez y Omar Pérez, y sesionó en el Centro Cultural Dulce María Loynaz en presencia de Edel Morales, Presidente de este Premio en representación de las instituciones convocantes. En el Acta del Jurado se reconoce en La obligación de expresar “la sinceridad de su escritura y el despego hacia la artificiosidad muy recurrente en la actual poesía”.
La entrega del Premio Nicolás Guillén de Poesía 2008 se realizará en febrero en San Carlos de La Cabaña, como parte del programa de actividades centrales de la XVII Feria Internacional del Libro de La Habana.
Convocado por la Editorial Letras Cubanas, la Fundación Nicolás Guillén y el Instituto Cubano del Libro, el Premio Nicolás Guillén de Poesía se instauró en el año 2001 y desde entonces lo han obtenido Roberto Méndez por Viendo acabado tanto reino fuerte, Sigfredo Ariel por Manos de obra, Teresa Melo por Las altas horas, Mario Martínez Sobrino por Figuras de tormenta; Roberto Manzano, por Synergos; Juana García Abás, por Circunloquio; y Ricardo Alberto Pérez, por Oral-B.
El Jurado de esta edición estuvo integrado por Pedro de Oraá, Luis Álvarez Álvarez y Omar Pérez, y sesionó en el Centro Cultural Dulce María Loynaz en presencia de Edel Morales, Presidente de este Premio en representación de las instituciones convocantes. En el Acta del Jurado se reconoce en La obligación de expresar “la sinceridad de su escritura y el despego hacia la artificiosidad muy recurrente en la actual poesía”.
La entrega del Premio Nicolás Guillén de Poesía 2008 se realizará en febrero en San Carlos de La Cabaña, como parte del programa de actividades centrales de la XVII Feria Internacional del Libro de La Habana.
Víctor Fowler Calzada (La Habana, 1960). En 1987 se graduó como Licenciado en Pedagogía (especialidad Lengua y Literatura Españolas) en el Instituto Superior Pedagógico Enrique Varona de la Habana. Durante varios años ejerció como profesor en el nivel secundario. Su obra se ha bifurcado entre la poesía y el ensayo, destacándose en ambos géneros. Ha obtenido los Premios de Poesía en el Concurso Luís Rogelio Nogueras (1999) y el Premio Nacional de la Crítica (1998) por su libro La Maldición. Posee la distinción por la cultura nacional. Entre sus libros están: El próximo que venga, 1986, Confesionario, 1993, La Maldición: una historia del placer como conquista, 1998, Diccionario de citas de José Lezama Lima, 1999 y La eterna danza: antología de poesía erótica cubana, 2000 y El maquinista de Autwichtz, 2004. Premio Nicolás Guillén de Poesía 2008. Estuvo en carácter de invitado internacional durante la III Feria Internacional del Libro de Venezuela 2007, en Caracas, Falcón, Cojedes y Portugesa.
Siempre en colaboración con este blog nos ha mandado su obra ganadora, de ella hemos seleccionado estas piezas:
LA FUERZA
En plena madrugada han despertado al barrio con el alcohol
de tanta euforia, pateado tanques de basura, golpeado las
señales del tráfico; donde el equipo al que veneran acaba
de vencer o ser vencido. Dentro de minutos, en la hondura
de la madrugada, se irán filtrando por entre las calles de la
ciudad y llegarán a sus casas con pies hinchados de tanta
caminata. O cuelgan del último de los ómnibus como frutas
de un árbol enloquecido. Así va a terminar, pero ahora son
la Fuerza.
En plena madrugada han despertado al barrio con el alcohol
de tanta euforia, pateado tanques de basura, golpeado las
señales del tráfico; donde el equipo al que veneran acaba
de vencer o ser vencido. Dentro de minutos, en la hondura
de la madrugada, se irán filtrando por entre las calles de la
ciudad y llegarán a sus casas con pies hinchados de tanta
caminata. O cuelgan del último de los ómnibus como frutas
de un árbol enloquecido. Así va a terminar, pero ahora son
la Fuerza.
PATRICK STREET
A veces los matan en escaleras, detrás de automóviles, en
matorrales o cualquier construcción en ruinas; un pequeño
error y entonces la sangre sale a bailar con lascivia, que es
como lo disfruta. Pero, ahora, son los muchachos del café en
Toronto quienes bailan e imitan a sus cantantes favoritas, se
multiplican en la alegría de poder ser y ninguna otra lógica
los protege. Han venido a esta covacha que es una huída del
mundo, con trajes que debieron de haber estado preparando
durante meses, para brillar en el fulgor de unos pocos minutos
en el escenario. Son reinas entonces, hechas para el estallido
de aplausos y el tipo de camaradería que sólo van a tener aquí,
donde ahora las bocas son besadas. En cuanto vuelvan a la calle, pueden ser cortadas, pateadas o asesinadas; a veces por robarles
y otras sólo por diversión o rabia. Por eso me asombró el que a
las dos de la madrugada salió con labios pintados de blanco, peluca hecha con tiras de plástico y un leotal oscuro apretado al cuerpo.
Y recordé la Habana en donde igual estarían sintiendo el hilo de
música de los setenta; pero no sé, creo que más tristes.
A veces los matan en escaleras, detrás de automóviles, en
matorrales o cualquier construcción en ruinas; un pequeño
error y entonces la sangre sale a bailar con lascivia, que es
como lo disfruta. Pero, ahora, son los muchachos del café en
Toronto quienes bailan e imitan a sus cantantes favoritas, se
multiplican en la alegría de poder ser y ninguna otra lógica
los protege. Han venido a esta covacha que es una huída del
mundo, con trajes que debieron de haber estado preparando
durante meses, para brillar en el fulgor de unos pocos minutos
en el escenario. Son reinas entonces, hechas para el estallido
de aplausos y el tipo de camaradería que sólo van a tener aquí,
donde ahora las bocas son besadas. En cuanto vuelvan a la calle, pueden ser cortadas, pateadas o asesinadas; a veces por robarles
y otras sólo por diversión o rabia. Por eso me asombró el que a
las dos de la madrugada salió con labios pintados de blanco, peluca hecha con tiras de plástico y un leotal oscuro apretado al cuerpo.
Y recordé la Habana en donde igual estarían sintiendo el hilo de
música de los setenta; pero no sé, creo que más tristes.
LA OBLIGACIÓN DE EXPRESAR
No podrías haber nacido en mejor época que ésta,
en que todo se ha perdido.
Simone Weil, La gravedad y la gracia.
Ella quiere decir, la sensación de que bombardearon mientras dormías.
Partes cañas delgadas y tratas de extraer una enseñanza:
quedaron adentro las puntas.
Con la sensación de que llegué a otro planeta o terminó la realidad.
La voz suena como agua llamando al agua de un pozo cegado.
En ocasiones, traen florecimiento de yemas y otras derraman barro.
Es todo: se bebe savia del abandono y con el abandono se conversa.
Dentro de semejante trama de equívocos enloquece caminar.
He pensado mucho sobre esto o, si me propongo ser sincero,
no pienso en otra cosa. Los días se me van tratando
de acomodarlo, igual que bultos en un tren atestado
y ese tren es el tiempo que traquetea.
Mi gesto estuvo allí: deseoso de ser consumido.
Moldeé el acero hirviente de las preguntas.Blancas cabezas que ayer miré pasar: con las cicatrices del obrero.
No podrías haber nacido en mejor época que ésta,
en que todo se ha perdido.
Simone Weil, La gravedad y la gracia.
Ella quiere decir, la sensación de que bombardearon mientras dormías.
Partes cañas delgadas y tratas de extraer una enseñanza:
quedaron adentro las puntas.
Con la sensación de que llegué a otro planeta o terminó la realidad.
La voz suena como agua llamando al agua de un pozo cegado.
En ocasiones, traen florecimiento de yemas y otras derraman barro.
Es todo: se bebe savia del abandono y con el abandono se conversa.
Dentro de semejante trama de equívocos enloquece caminar.
He pensado mucho sobre esto o, si me propongo ser sincero,
no pienso en otra cosa. Los días se me van tratando
de acomodarlo, igual que bultos en un tren atestado
y ese tren es el tiempo que traquetea.
Mi gesto estuvo allí: deseoso de ser consumido.
Moldeé el acero hirviente de las preguntas.Blancas cabezas que ayer miré pasar: con las cicatrices del obrero.