Son muchas las tesis sobre la facultad creadora de la sociedad como una cuestión de rebeldía con el status quo, efecto del análisis entre la memoria del descontento y la potencialidad viable o efectiva de la promesa del cambio. Ese tumulto de voces que se van agitando a lo largo de continuos actos reflexivos y de conciencia – desde posiciones que van desde las reconciliables hasta radicales – no debe ser visto como una inundación de bárbaros sino como un diluvio de justicia, ante ese escenario quedan las siguientes opciones: a) Contemplar el cambio pasivamente, viendo caer estructuras, para bien o para mal, aun se esté de acuerdo o no; b) Hacerse participe de voz y acción de ese cambio; c) Ser parte de un sector reacio al cambio y velar por el freno del mismo.En esa neuralgia colectiva empieza a resurgir el fantasma de la mitificación de las posiciones privilegiadas de los Nudos del sistema de información, la Intelligentsia. Es cierto que la voz de Voltaire, Montesquieu, Rousseau,… prendieron la mecha o “guiaron” la explosión social del pueblo (la única e histórica vanguardia de los movimientos progresistas), para desembocar un 14 de julio en La Bastilla. Pero ¿Acaso sus voces fueran concretado los proyectos de cambio sin ese ejercito sediento de igualdad?; está comprobada por la historia la castración de esas voces “privilegiadas” sin la confluencia de la explosión social. Así como los museos modernos son los centros comerciales y los circos más patéticos los vemos en los enlatados y talk shows televisivos, los intelectuales serian simples bufones sin la atención de a quienes “sirven”, que nos deleitarían con su hablar prolífico a cambio de una bebida mientras precisa su transcurrir como un epítome etéreo.Basta ya entonces del tótem del mérito intelectual de las élites, una visión escolástica que no es más que vender la idea de “un buen negocio para el pueblo dejar que otros decidan por él, porque los que deciden son los mejores, una cofradía de chamanes, que además se eligen entre ellos mismos, dada su alta vocación de servicio”. El intelectual es otro más al que no se le puede filtrar su condición de ciudadano, de igual; que no intente entonces hacer perspectivas aéreas de la sociedad en la que se desenvuelve, ni siquiera darle la espalda en un acto de anacropersonalismo. Ya existen seres de este tipo que optan por frenar el progreso en pro de viejas estructuras con las que guardan intereses personalísimos, al tiempo que pretenden ejercer funciones de lazarillo de los oscuros incultos de la plebe, como castas de caudillos que privatizan el derecho de pensar, a manera de la estructura griega del siglo de oro; traicionando a quienes sirven y a ellos mismos.Aquellos que conspiran en tal acto de coprofagía, deben entender su posición en el sistema del poder de la información, determinar su rol como vocero de los otros que no pueden elevar la suya. Es cierto que teóricamente las revoluciones vienen de arriba y son operadas desde abajo, pero qué son estos cuadros sino simples recolectores de una demanda colectiva, a razón de la cual ejercen su potencial. El pueblo una vez que sale de su estado de reposo no se conforma con seguir el movimiento inicial, simplifica las cosas y sigue su marcha más allá de lo que imaginaron sus impulsores, nace de ellos y va en su contra; de allí que a la larga a éstos se les llegué a considerar como tímidos o aburguesados retrogradas en el peor de los casos, produciéndose diatribas internas en los movimientos. Un dinamismo donde la nueva estructura de poder luego será vista como un una impostura a la que hay que revolucionar; el problema es que esa aparente inestabilidad genera incomodidad en los hombres que nos creemos la falacia de reveladores de verdades definitivas, no vemos en lo nuevo aquello que a dado un paso más por abarcar un mayor horizonte. Recordemos que más allá estaba la luna.Hay que agregar que no existe ningún trabajo manual que no exija ni el más mínimo intento de cavilación, así también, el sacrificio del acto creativo es agobiante a nivel nervioso y físico; ambos requieren dedicación y cierta disciplina. No importa que el léxico se encuentre cargado de saber en dosis homeopáticas, ciencia en ropaje vulgarizado; la forma creadora del hombre “no intelectual” es tan valedera como el discurso aderezado por la academia. Lo importante es aceptarnos todos como sujetos activos de cambio, que no debemos esperar el maná que proviene de los de arriba, más aun reconocida la ineficiencia de los sectores de élite para resolver los problemas de la sociedad.Para resumir, la tesis de una humanidad totalmente “intelectualizada” no será garantía de solución a los problemas de violencia y explotación entre los hombres, hasta tanto no dejemos de actuar desde posiciones egocéntricas amparadas en la propiedad, esa posesión para el subconsciente del dueño se basa en la fuerza y no el derecho, lo que le da facultad de herir, será por ello que los romanos eligieron como símbolo de la propiedad a la lanza.
19/11/07
EN BUSCA DEL INTELECTUAL PERDIDO Y LA TRAHISSON DES CLERS
Por: Daciel Pérez.Escritor, miembro de la Red de Escritores Cojedes.
Son muchas las tesis sobre la facultad creadora de la sociedad como una cuestión de rebeldía con el status quo, efecto del análisis entre la memoria del descontento y la potencialidad viable o efectiva de la promesa del cambio. Ese tumulto de voces que se van agitando a lo largo de continuos actos reflexivos y de conciencia – desde posiciones que van desde las reconciliables hasta radicales – no debe ser visto como una inundación de bárbaros sino como un diluvio de justicia, ante ese escenario quedan las siguientes opciones: a) Contemplar el cambio pasivamente, viendo caer estructuras, para bien o para mal, aun se esté de acuerdo o no; b) Hacerse participe de voz y acción de ese cambio; c) Ser parte de un sector reacio al cambio y velar por el freno del mismo.En esa neuralgia colectiva empieza a resurgir el fantasma de la mitificación de las posiciones privilegiadas de los Nudos del sistema de información, la Intelligentsia. Es cierto que la voz de Voltaire, Montesquieu, Rousseau,… prendieron la mecha o “guiaron” la explosión social del pueblo (la única e histórica vanguardia de los movimientos progresistas), para desembocar un 14 de julio en La Bastilla. Pero ¿Acaso sus voces fueran concretado los proyectos de cambio sin ese ejercito sediento de igualdad?; está comprobada por la historia la castración de esas voces “privilegiadas” sin la confluencia de la explosión social. Así como los museos modernos son los centros comerciales y los circos más patéticos los vemos en los enlatados y talk shows televisivos, los intelectuales serian simples bufones sin la atención de a quienes “sirven”, que nos deleitarían con su hablar prolífico a cambio de una bebida mientras precisa su transcurrir como un epítome etéreo.Basta ya entonces del tótem del mérito intelectual de las élites, una visión escolástica que no es más que vender la idea de “un buen negocio para el pueblo dejar que otros decidan por él, porque los que deciden son los mejores, una cofradía de chamanes, que además se eligen entre ellos mismos, dada su alta vocación de servicio”. El intelectual es otro más al que no se le puede filtrar su condición de ciudadano, de igual; que no intente entonces hacer perspectivas aéreas de la sociedad en la que se desenvuelve, ni siquiera darle la espalda en un acto de anacropersonalismo. Ya existen seres de este tipo que optan por frenar el progreso en pro de viejas estructuras con las que guardan intereses personalísimos, al tiempo que pretenden ejercer funciones de lazarillo de los oscuros incultos de la plebe, como castas de caudillos que privatizan el derecho de pensar, a manera de la estructura griega del siglo de oro; traicionando a quienes sirven y a ellos mismos.Aquellos que conspiran en tal acto de coprofagía, deben entender su posición en el sistema del poder de la información, determinar su rol como vocero de los otros que no pueden elevar la suya. Es cierto que teóricamente las revoluciones vienen de arriba y son operadas desde abajo, pero qué son estos cuadros sino simples recolectores de una demanda colectiva, a razón de la cual ejercen su potencial. El pueblo una vez que sale de su estado de reposo no se conforma con seguir el movimiento inicial, simplifica las cosas y sigue su marcha más allá de lo que imaginaron sus impulsores, nace de ellos y va en su contra; de allí que a la larga a éstos se les llegué a considerar como tímidos o aburguesados retrogradas en el peor de los casos, produciéndose diatribas internas en los movimientos. Un dinamismo donde la nueva estructura de poder luego será vista como un una impostura a la que hay que revolucionar; el problema es que esa aparente inestabilidad genera incomodidad en los hombres que nos creemos la falacia de reveladores de verdades definitivas, no vemos en lo nuevo aquello que a dado un paso más por abarcar un mayor horizonte. Recordemos que más allá estaba la luna.Hay que agregar que no existe ningún trabajo manual que no exija ni el más mínimo intento de cavilación, así también, el sacrificio del acto creativo es agobiante a nivel nervioso y físico; ambos requieren dedicación y cierta disciplina. No importa que el léxico se encuentre cargado de saber en dosis homeopáticas, ciencia en ropaje vulgarizado; la forma creadora del hombre “no intelectual” es tan valedera como el discurso aderezado por la academia. Lo importante es aceptarnos todos como sujetos activos de cambio, que no debemos esperar el maná que proviene de los de arriba, más aun reconocida la ineficiencia de los sectores de élite para resolver los problemas de la sociedad.Para resumir, la tesis de una humanidad totalmente “intelectualizada” no será garantía de solución a los problemas de violencia y explotación entre los hombres, hasta tanto no dejemos de actuar desde posiciones egocéntricas amparadas en la propiedad, esa posesión para el subconsciente del dueño se basa en la fuerza y no el derecho, lo que le da facultad de herir, será por ello que los romanos eligieron como símbolo de la propiedad a la lanza.
Son muchas las tesis sobre la facultad creadora de la sociedad como una cuestión de rebeldía con el status quo, efecto del análisis entre la memoria del descontento y la potencialidad viable o efectiva de la promesa del cambio. Ese tumulto de voces que se van agitando a lo largo de continuos actos reflexivos y de conciencia – desde posiciones que van desde las reconciliables hasta radicales – no debe ser visto como una inundación de bárbaros sino como un diluvio de justicia, ante ese escenario quedan las siguientes opciones: a) Contemplar el cambio pasivamente, viendo caer estructuras, para bien o para mal, aun se esté de acuerdo o no; b) Hacerse participe de voz y acción de ese cambio; c) Ser parte de un sector reacio al cambio y velar por el freno del mismo.En esa neuralgia colectiva empieza a resurgir el fantasma de la mitificación de las posiciones privilegiadas de los Nudos del sistema de información, la Intelligentsia. Es cierto que la voz de Voltaire, Montesquieu, Rousseau,… prendieron la mecha o “guiaron” la explosión social del pueblo (la única e histórica vanguardia de los movimientos progresistas), para desembocar un 14 de julio en La Bastilla. Pero ¿Acaso sus voces fueran concretado los proyectos de cambio sin ese ejercito sediento de igualdad?; está comprobada por la historia la castración de esas voces “privilegiadas” sin la confluencia de la explosión social. Así como los museos modernos son los centros comerciales y los circos más patéticos los vemos en los enlatados y talk shows televisivos, los intelectuales serian simples bufones sin la atención de a quienes “sirven”, que nos deleitarían con su hablar prolífico a cambio de una bebida mientras precisa su transcurrir como un epítome etéreo.Basta ya entonces del tótem del mérito intelectual de las élites, una visión escolástica que no es más que vender la idea de “un buen negocio para el pueblo dejar que otros decidan por él, porque los que deciden son los mejores, una cofradía de chamanes, que además se eligen entre ellos mismos, dada su alta vocación de servicio”. El intelectual es otro más al que no se le puede filtrar su condición de ciudadano, de igual; que no intente entonces hacer perspectivas aéreas de la sociedad en la que se desenvuelve, ni siquiera darle la espalda en un acto de anacropersonalismo. Ya existen seres de este tipo que optan por frenar el progreso en pro de viejas estructuras con las que guardan intereses personalísimos, al tiempo que pretenden ejercer funciones de lazarillo de los oscuros incultos de la plebe, como castas de caudillos que privatizan el derecho de pensar, a manera de la estructura griega del siglo de oro; traicionando a quienes sirven y a ellos mismos.Aquellos que conspiran en tal acto de coprofagía, deben entender su posición en el sistema del poder de la información, determinar su rol como vocero de los otros que no pueden elevar la suya. Es cierto que teóricamente las revoluciones vienen de arriba y son operadas desde abajo, pero qué son estos cuadros sino simples recolectores de una demanda colectiva, a razón de la cual ejercen su potencial. El pueblo una vez que sale de su estado de reposo no se conforma con seguir el movimiento inicial, simplifica las cosas y sigue su marcha más allá de lo que imaginaron sus impulsores, nace de ellos y va en su contra; de allí que a la larga a éstos se les llegué a considerar como tímidos o aburguesados retrogradas en el peor de los casos, produciéndose diatribas internas en los movimientos. Un dinamismo donde la nueva estructura de poder luego será vista como un una impostura a la que hay que revolucionar; el problema es que esa aparente inestabilidad genera incomodidad en los hombres que nos creemos la falacia de reveladores de verdades definitivas, no vemos en lo nuevo aquello que a dado un paso más por abarcar un mayor horizonte. Recordemos que más allá estaba la luna.Hay que agregar que no existe ningún trabajo manual que no exija ni el más mínimo intento de cavilación, así también, el sacrificio del acto creativo es agobiante a nivel nervioso y físico; ambos requieren dedicación y cierta disciplina. No importa que el léxico se encuentre cargado de saber en dosis homeopáticas, ciencia en ropaje vulgarizado; la forma creadora del hombre “no intelectual” es tan valedera como el discurso aderezado por la academia. Lo importante es aceptarnos todos como sujetos activos de cambio, que no debemos esperar el maná que proviene de los de arriba, más aun reconocida la ineficiencia de los sectores de élite para resolver los problemas de la sociedad.Para resumir, la tesis de una humanidad totalmente “intelectualizada” no será garantía de solución a los problemas de violencia y explotación entre los hombres, hasta tanto no dejemos de actuar desde posiciones egocéntricas amparadas en la propiedad, esa posesión para el subconsciente del dueño se basa en la fuerza y no el derecho, lo que le da facultad de herir, será por ello que los romanos eligieron como símbolo de la propiedad a la lanza.
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